Define la Academia con atinada precisión que el Pecado Original es, según la doctrina cristiana, aquel en que es concebido el hombre por descender de Adán y Eva.
Así que debido a la mutua metedura de pata que tuvo la primera pareja el resto de la humanidad lleva siglos pagando las consecuencias.
Así que cuando veo las descomunales hileras de inmigrantes agolpándose ante organismos públicos de todo tipo implorando papeles para legalizar su estancia, o, mejor aún, conseguir la nacionalidad, no se me ocurre otra cosa que pensar que todos ellos están pagando igualmente los errores de sus antepasados.
¿Quién mandaría a los bolívares y san martines de turno andarse con pendejadas y desgajarse del Imperio? Si se hubieran estado quietecitos ahora todos esos suplicadores de papeles tendrían su DNI correspondiente y podrían moverse desde Sudamérica hasta la península como San Pedro por su casa.
Pero…¡ah! Se siente. Que se lo hubieran pensado antes. Ahora es demasiado tarde.
Se me dirá que hay otros inmigrantes que no vienen de lo que fue el imperio español, pues esos que reclamen a los que les sacaron del imperio británico, francés o del Pacto de Varsovia si se tercia.
Y siguiendo con la analogía podríamos decir que hasta la Santa Biblia nos da la solución al problema de los que no se quieren atener a las consecuencias:
“Después de haber sacado al hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que se revolvía hacia todas partes, para evitar que nadie llegara al árbol de la vida.” Génesis 3:24
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