"Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos."

Sir George Bernard Shaw

domingo, 1 de noviembre de 2009

HALLOWEEN

Limpiándose la tierra que cubría casi por completo sus ropas, se contempló con asomo de masculina coquetería el rostro en la superficie de una lápida limpiada recientemente. Se atusó el bigote, y, enderezando el sombrero de ala ancha, caminó fuera del camposanto.


Quiso enterarse de las novedades que en el nuevo año habían acontecido, mientras esperaba un carruaje o cualquiera otro de los medios de transporte que en el siglo fueran costumbre. Recogió de forma majestuosa un diario de una papelera, pero, no entendió nada de lo que allí se relataba. Se hablaba de corrupción, de un tal Gallardón o de una dama llamada Cajamadrid, que sin duda debía ser una de las más hermosas de las hembras del Reino, pues se la disputaban innumerables caballeros. También era muy citada la, para él desconocida, crisis, que debía ser epidemia de gravedad, pues se decía de ella que desaparecería en los próximos meses, pero mientras tanto seguiría dañando a España. Le intrigó un artículo que hablaba de un Faisán, noble ave, que en el texto desempeñaba un muy desairado papel de traiciones. Desconcertado, arrojó los papeles lejos de sí.

Por fin, un inmenso carro, al parecer tirado por caballos invisibles, de un color absurdamente llamativo, se acercó donde se encontraba.

Espantado, comprobó como una informe masa de brujas, trasgos y hombres ensangrentados, inconcebiblemente vueltos a la vida, y oliendo a alcohol de forma nauseabunda le saludaban y hasta le felicitaban por su atuendo. Nuestro hombre, de sí orgulloso del egregio porte que siempre había lucido, se debatía entre la satisfacción del reconocimiento a su apostura y el horror que le producían tantos engendros que, sin duda, hasta el día no habían caído en manos de la Santa Inquisición.

Arrastrado por la chusma, dio con sus maltratados huesos en la Puerta del Sol, y comprobó con horror que el corazón de la Villa había sido tomado por seres semejantes a sus compañeros de viaje, o a otros que pudo contemplar en el periódico que anteriormente rescató de la papelera, donde se decía de ellos que eran familia del presidente del gobierno, fuera lo que significara tal despropósito, y que en su espiritú dejaron muesca indeleble.

De repente, un grupillo de golfillos o mozalbetes, con evidentes síntomas de ebriedad, la emprendió con él, bombardeándole con los huevos de gallina tan preciados en sus tiempos. Buscó en el costado el frío y tranquilizador contacto de la empuñadura de su acero, pero, recordó con un íntimo lamento, como unos malencarados individuos se lo habían arrebatado, según creyó entender, mientras buscaban pruebas acerca de una tal “memoria histórica”.

Con tristeza, sucio y magullado, y un postrer pensamiento puesto en Doña Inés, se guío por las estrellas camino de su eterna morada, diciéndose a cada paso: “ ...ya me lo advirtió Romanones, joder, vaya tropa...”

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