"Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos."

Sir George Bernard Shaw

miércoles, 7 de mayo de 2008

Babeles de importación.


Quedan ya lejanos los tiempos en que en los equipos españoles tan sólo podían jugar dos extranjeros. El ansia de espectáculo y de negocio hizo que casi todas las formaciones de primera división se llenaran de jugadores foráneas de mayor o menor calidad, amén de la mucho más anterior existencia de entrenadores allende las fronteras.
Muchos se preguntaban cómo podrían funcionar esos equipos en que cada jugador hablaba un idioma, cómo se darían las ordenes, cómo se explicarían las estrategias. Pero hay que tener en cuenta que un club de fútbol es una empresa peculiar donde se dedican días y días a preparar la jornada de trabajo y ésta sólo consiste en 90 ó 180 minutos como mucho a la semana. Y como el presupuesto con el que se cuenta es abultado, pues no hay problema en colocar al lado de cada jugador un intérprete para que éste quede bien enterado de lo que se le pide en el terreno de juego (otra cosa es que luego sepa o quiera llevar a cabo esas instrucciones)
Pero...¿qué sucede en el ámbito de las empresas españolas? A semejanza de esos equipos muchas se ven ahora plagadas de trabajadores de todas partes del mundo, con gran variedad de lenguas, culturas y costumbres. Hasta el más pequeño matiz a la hora de interpretar una orden puede causar una catástrofe. Imagínense si a un obrero que viene del lejano Chile se le da una orden sencilla como: “¡Coge ese casco!” y el trabajador es obediente y cumplidor y lleva a cabo a tarea encomendada tal y como se entiende en su país. A ver quien es el guapo que luego se encasqueta ese instrumento de protección. (Y luego vienen las imprudencias y los accidentes)
Es evidente que por aquello de lo políticamente correcto los sindicatos no han dado la voz de alarma acerca de la siniestrabilidad laboral que causa las babeles en que se convierte cualquier cuadrilla de la construcción, donde ya se empiezan a ver capataces de otras nacionalidades, así como los empresarios asumen resignados las pérdidas por errores, chapuzas y desperfectos causados por instrucciones mal comprendidas, en aras de lo que se ahorran contratando a esos inmigrantes por sueldos más bajos de lo normal. Eso por no hablar de lo que debe estar sucediendo, aunque en una cantidad mucho menor en las comunidades con otros idiomas.
Pero llegará el momento en que esos trabajadores irán ascendiendo en la cadena de mando, ya sea por antigüedad o por mérito, y veremos reuniones de consejos de empresas con consejeros delegados pertrechados de esos casquitos traductores o con maciza intérprete traduciendo lo que allí se dice al árabe, shawili o rumano. Y los nietos de nuestros nietos podrán ver esa escena repetida en los consejos de ministros de cada viernes, siempre y cuando esto siga durando, que esa es otra, porque lo mismo ese día los ministros tienen en la agenda marcado ir a la mezquita.

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