Pese a las últimas lluvias la pertinaz sequía no ha cesado y harían falta meses de diluvio para que los pantanos inaugurados durante el denostado franquismo volvieran a tener sus acostumbrados niveles.
El gobierno anterior planeó algún que otro trasvase, pero el cambio de signo gubernamental lo desbarató entre otras muchas cosas. Los recién llegados propugnaban aquello de las desaladoras, pero al vislumbrar el coste económico y ambiental, contaminan como los demonios, parece que el proyecto duerme en el sueño de los justos.
Cuando la sequía ha comenzado a golpear seriamente a Barcelona, vivero de votos socialistas, y por tanto una joya a cuidar, el gobierno se ha sacado de la chistera una especie de mini trasvase desde Tarragona a Barcelona. Todo queda en casa. Bueno, todo no, porque han protestado las demás comunidades, incluida la aragonesa. Lo de Aragón es como el rico que tira un abrigo a la basura porque no lo usa y clama al cielo cuando ve que un mendigo se lo lleva. En los demás casos la queja es de justicia, ¿por qué los catalanes sí y ellos no?
Parece ser que el mini trasvase se va a hacer aprovechando el trazado de una autovía, así se evita que la cosa se desvié y el líquido elemento acabe donde no debe (en cualquier otra comunidad)
Claro que meter toda esa canalización debe costar una pasta, aparte del tiempo que llevará (un 300% más estando de por medio Fomento), así que se me ocurre un sistema mucho más barato, rápido y eficiente de paliar los efectos de la falta de lluvias) Bastaría que en los extremos de todas las autovías de España, repito: de toda España, se colocaran grandes cisternas, y cada conductor que las usara cargara en su casa o en la fuente de su pueblo un litro de agua, se hiciera acompañar de él durante el viaje, y al llegar a su destino lo vertiera en ese depósito. Un litro por coche es mucho agua al día, y sin apenas coste.
Además de solucionar en parte el problema tendría dos beneficios colaterales que se sepa:
Fomentaría la artesanía de toda España, porque con el tiempo la gente no se conformaría con acarrear el agua en insulsas botellas de plástico, no, comenzaría a utilizar botijos, cántaras, porrones y demás enseres de cerámicas de sus respectivas regiones. Con lo cual los artesanos de la cerámica no darían abasto.
Aumentaría el turismo. Por ejemplo, mas de un avispado hostelero barcelonés repartiría por toda España agua de la fuente de Canaletas, esa de donde se dice que el que bebe sus aguas acaba volviendo a Barcelona y donde el Barça celebraba sus títulos. Con lo cual miles de españoles peregrinarían en masa a la Ciudad Condal. Claro, que, quedaría la duda, digna de Aristóteles, de que si haría efecto en quien nunca ha estado en Barcelona. No puede volver quien nunca ha estado. Como el sentido común en ciertas cabezas.
martes, 22 de abril de 2008
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