Curioso lo que se ha podido comprobar en este mundial. Se enfrentaban Argentina y México. En el minuto 32 Higuaín conseguía el segundo tanto para la albiceleste y prácticamente la clasificación. En ese momento el jugador se va a una banda a celebrarlo acompañado por otros jugadores.
Aprovechando la coyuntura un cámara se acerca tanto al grupo celebrante que cuando Heinze se gira para volver al juego golpea con su rostro el objetivo de la cámara. El jugador indignado atiza un manotazo a la cámara (que no al cámara) y vuelve a su posición, presumiblemente rememorando los antepasados difuntos del periodista.
Hoy, leyendo la crónica del partido, he podido constatar como se calificaba al argentino como el malo del partido. No por haber jugado mal, sino por ese gesto desafortunado.
Lo curioso es que el periodista describía el incidente como un desahogo de la euforia de Heinze, que para mostrar del modo más palmario su alegría no había tenido otra ocurrencia que golpear al cámara. Realmente no sé qué partido estaría viendo este sujeto.
Uno piensa que tal vez el periodista español se haya dejado llevar por un sentido corporativo del deber, y se solidarice con su colega sudafricano mintiendo con alevosía y nocturnidad, pero a la vez opina que si esto ocurre con un detalle nimio y sin apenas importancia (no creo que a la cámara se le soltase ni un muelle) qué pasará cuando los periodistas se dejen llevar por otros intereses más inconfesables y atenten contra la intimidad, la privacidad o simplemente la verdad. Entonces sólo nos quedará encomendarnos a la fortuna de que las diversas empresas dedicadas a esto de la información se hallen enfrentadas unas a otras hasta la muerte, por lo que siempre habrá un periodista ávido de detectar el error, la falta o el delito del contrincante. Por que si hay alguien que espera a que esa labor la desempeñe un juez. Sinceramente, va aviado. Eso sí, si el periodista trabaja para un medio extranjero entonces será libre para creer que tiene patente de corso en este país.
Aprovechando la coyuntura un cámara se acerca tanto al grupo celebrante que cuando Heinze se gira para volver al juego golpea con su rostro el objetivo de la cámara. El jugador indignado atiza un manotazo a la cámara (que no al cámara) y vuelve a su posición, presumiblemente rememorando los antepasados difuntos del periodista.
Hoy, leyendo la crónica del partido, he podido constatar como se calificaba al argentino como el malo del partido. No por haber jugado mal, sino por ese gesto desafortunado.
Lo curioso es que el periodista describía el incidente como un desahogo de la euforia de Heinze, que para mostrar del modo más palmario su alegría no había tenido otra ocurrencia que golpear al cámara. Realmente no sé qué partido estaría viendo este sujeto.
Uno piensa que tal vez el periodista español se haya dejado llevar por un sentido corporativo del deber, y se solidarice con su colega sudafricano mintiendo con alevosía y nocturnidad, pero a la vez opina que si esto ocurre con un detalle nimio y sin apenas importancia (no creo que a la cámara se le soltase ni un muelle) qué pasará cuando los periodistas se dejen llevar por otros intereses más inconfesables y atenten contra la intimidad, la privacidad o simplemente la verdad. Entonces sólo nos quedará encomendarnos a la fortuna de que las diversas empresas dedicadas a esto de la información se hallen enfrentadas unas a otras hasta la muerte, por lo que siempre habrá un periodista ávido de detectar el error, la falta o el delito del contrincante. Por que si hay alguien que espera a que esa labor la desempeñe un juez. Sinceramente, va aviado. Eso sí, si el periodista trabaja para un medio extranjero entonces será libre para creer que tiene patente de corso en este país.